miércoles, 16 de noviembre de 2011

Game over

Jugar es algo que inconscientemente atribuimos a la infancia, son precisamente los niños los que "se entretienen con cualquier cosa". Bueno, tal vez eso era antes, pero este no es el punto al que quería llegar. La cuestión, es que cuando nos hacemos mayores, inconscientemente seguimos jugando. Los juegos son diferentes claro está, y por norma general, suelen carecer de ciertas reglas a cumplir. Una conversación cara a cara, a veces una telefónica o simplemente unas miradas que cruzan toda una multitud en un pub o discoteca pueden convertirse en un auténtico juego de horas, días o incluso meses de duración. Luego están esos juegos que comienzan siendo de dos, pero en los que sobre la marcha se empiezan a incorporar nuevos jugadores, no siempre bienvenidos. Sin embargo, ya sea jugando al pilla-pilla, a la Xbox (no sé si ya estaré tan anticuada como mi abuela en lo que a juguetes se refiere), a los "juegos de mayores" o al escondite, la finalidad es siempre pasarlo bien.
Pero, ¿qué pasa si los juegos dejan de ser divertidos? Yo que últimamente me había vuelto una asidua de estos "juegos de mayores" (en mi defensa tengo que decir que siempre con los mismos "compañeros de juegos", no vayamos a tachar a una de lo que no es o no hace) he decidido que ya no quiero jugar más, que este juego ha dejado de divertirme.

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