viernes, 6 de agosto de 2010

Dama de hielo

Caminaba erguida por la calle, con aires de grandeza. Su larga melena se mecía al son de sus andares, de sus pasos firmes y seguros, subida en sus tacones de infarto. Seria, sí, no sonreía, simplemente miraba al frente. Al cruzarse con la gente, a veces la miraban, pero a ella le daba igual, sólo seguía caminando hacia su destino, buscando la salida o quizá era más bien la entrada.
Decían de ella que era borde, estirada y prepotente, que nunca nadie la había visto llorar, que no confiaba en nada y en nadie, que se creía superior, la llamaban la dama de hielo. Por su frialdad y su rigidez, por la falta de calidez en sus palabras o en la dureza de su tono.
Quizá los que por azar, valentía o tal vez, obligación la conocían preferían decir que era fuerte, dura y en ocasiones incluso admirable, que era una mujer que luchaba por lo que creía y sobre todo por lo que quería. Una vez más, la dama de hielo.
Pero todos esos olvidaban que el hielo es frágil, con tan sólo rozar el agua va perdiendo consistencia, se deshace y desvanece poco a poco, el hielo se rompe si recibe un golpe demasiado fuerte y es además fácilmente moldeable.

2 comentarios:

Paula dijo...

Tan precioso como cierto. Me encanta como escribes, son verdades como puños.

Unknown dijo...

Por eso dejé de jugar muy pronto a ser una Reina de Hielo.

Un besito.